16 sept 2007

El Encuentro

Siete días, ciento sesenta y ocho horas o lo que es lo mismo diez mil ochenta minutos nos separaron desde aquella presentación al primer encuentro.

Había estado contando cada minuto desde aquel día hasta que nos volvimos a ver. Tenía una sensación en mi interior que deseaba volver a encontrarme con Elena, poder verla y llegar a entender por qué sentía esa ansia de conocerla, de estar a su lado y descubrir su interior.

Quizás yo tenía la respuesta para ese por qué, pero a su vez sentía que no quería darme cuenta de la verdad.

A las diez de la noche salí de casa, y en el mismo bar de hace siete días, estaba ella, sentada en la barra del bar, con una cerveza en la mano derecha y un cigarro recién encendido en su mano izquierda.

Vestía camiseta y pantalón negro, que resaltaba aún más su figura esbelta y delgada. con una media melena que llegaba aproximadamente hasta sus hombros, charlaba con un chico de unos veinte años.

Intenté, con disimulo, situarme en un punto de la barra donde la visibilidad fuera óptima. pedí una cerveza e intenté buscar con mi mirada algún gesto que me demostrara que se había percatado de mi presencia, pero todo fue inútil.

Llegó Anita, una gran amiga con la que había quedado en encontrarme en el bar. Anita es alegre, me hacer distraerme y sabe conseguir arrancarme una sonrisa. Siempre salíamos juntas, pero nuestros objetivos eran diferentes.

Charlamos durante horas, bebimos sin parar. la noche había pasado rápida y Anita había conseguir hacerme olvidar de la presencia de Elena. Era la hora de marchar a casa, pero un momento antes de salir del bar me apresuré a ir al servicio.

Entré y dos amigas charlaban frente al espejo mientras se pintaban los labios.

Cuando me disponía a salir, mi torpeza junto a las cervezas que había tomado hicieron que mi cartera cayera al suelo saliendo las monedas dispersadas por el suelo.

Me agache al suelo para recogerlas, y en ese preciso instante, la puerta se abrió. De rodillas en el suelo aceleraba para recoger todas las monedas en intentar pasar la menor vergüenza posible. La persona que acababa de entrar en el baño se paró delante de mi, y agachándose, comenzó a ayudarme recogiendo monedas.

Cuando alcé la vista, mi rostro se sonrojó al ver a Elena ayudándome. Me paralicé, todo a mi alrededor estaba paralizado. me encontraba en otra dimensión, donde sólo estábamos Elena y yo, mirándonos fijamente, sin pronunciar palabra alguna, pero esa dimensión se rompió y volví a la realidad.

- ¿Estas bien? - Elena me miraba con cara extraña y yo me di cuenta que estaba mirándola fijamente durante un buen rato, me había quedado inmovilizada frente a ella.

Las manos me sudaban y el corazón latía a un ritmo acelerado. Sentí una sensación de vergüenza, ridícula ante esa situación. Pensé en una salida rápida.

- Tengo prisa. - Me levanté del suelo, y dejando allí las monedas, me marché del baño sin decir nada más.

Cuando llegué a casa pensé, ¿tengo prisa?, ¿eso es lo único que se me ocurre decir?, ¿una semana esperando para esto?, patético, así me sentía. Deseaba conocerla y acaba de dejar pasar una buena oportunidad....



1 comentario:

Raúl dijo...

Deja muy a la vista la extrema timidez de Kyrsteny. Eso es un arma de doble filo, porque la gente quiere conocer a todos los personajes a fondo, pero si das a conocer todo demasiado pronto, es probable que los lectores se aburran y dejen de leer...

Otra cosa que me ha llamado la atención es que creo que escribes demasiado para contar poco. Bajo mi punto de vista, deberías contar mas cosas. De este Relato solo hemos sacado que Kyrsteny es tímida y que tiene una amiga que se llama Anita.

Me ha gustado mucho, solo te digo lo que yo cambiaría...